Pareja de amigos - Jasmine and Thomas

―Detesto San Valentín ―murmuro el chico de cabellos castaños, mientras caminaba por las calles del pueblo que llamaba hogar.

―Eres un amargado ―le replico la joven que caminaba junto a él―. El día esta precioso, las calles tiene luces de colores brillantes, ¿y tú solo puedes pensar en que detestas este día?

―Si ―contesto fríamente mientras caminaban.

Pero debía reconocer que ella tenía razón, sin duda, la alegría se respiraba en cada rincón del pueblo de Danville. La gente, en especial los enamorados, salían a las calles para celebrar tan maravilloso día. Las calles estaban llenas de letreros y corazones, el color rojo inundaba cada avenida y el olor a rosas se esparcía en el aire cual brisa de invierno.

Thomas suspiro profundo, intentando evitar cualquier imagen mental que llegara a su mente.

―¿Cuál es el problema? ―cuestiono su amiga con curiosidad, tratando de averiguar más acerca de aquello que le acongojaba.

―Serán las flores, los colores, las risas, la…

―O quizás es cierta pelirroja que te trae vuelto loco, ¿me equivoco? ―interrumpió ella en tono malicioso.

Thomas suspiro de nuevo, ya completamente resignado ante la verdad en lada una de las palabras de Jasmine. Odiaba cuando ella tenía la razón, y sin duda siempre la tenía, en especial en ese tema tan complicado para él. Así es, él está completa y perdidamente enamorado de su mejor amiga. «Típico cliché». Pero ¿Qué podía hacer él al respecto? Después de todo, la chica era demasiado distraída como para darse cuenta de esos absurdos sentimientos, algo que desgraciadamente había heredado de su padre, el gran inventor, Phineas Flynn.

―No es solo eso ―intento debatir―, detesto todo lo que tiene que ver con el tema.

―Aja. ―Asintió ella en tono irónico―. Mi querido Thomas, tú y yo sabemos bien cuál es el problema. ―Poso una mano en el hombro de su amigo antes de continuar―. Es San Valentín, estas solo y no puedes, o no quieres, hacer nada al respecto.

―No soy el único ―replico pero al instante se arrepintió por las posibles represalias que pudiera sufrir.

―Sí, sí. Yo también estoy sola ―dijo ella rápidamente y agitando su mano, como restándole importancia, para asombro del chico―. Pero ahora mismo yo podría ir con Fred y decirle que lo quiero, pero tu…

―¡Yo también puedo hacer eso! ―aseguro molesto.

―Claro que no, eres demasiado cobarde.

―Atrévete a repetir eso, Jasmine ―desafío y apretó los puños con fuerza.

―Eres. Cobarde ―dijo lentamente sin una pisca de temor. Se cruzo de brazos y permaneció quieta, fija en los ojos azules de su amigo, igual que él lo hacía.

En algún punto indeterminado de la conversación había dejado de caminar y ahora se encontraban en medio de la acera, teniendo una guerra de miradas que ninguno de los dos quería perder, no con su orgullo de por medio y la vergüenza que podía significar una derrota.

Podrían haber durado indefinidamente de no ser porque alguien los llamo. Ambos giraron al mismo tiempo y se encontraron con una florista de cabellos dorados, con un brillante vestido color rojo carmesí el cual resaltaba sus grandes ojos grises. Estaba cargando un ramo de rosas de forma tan natural que parecían parte de su propio cuerpo.

―Disculpa, jovencito ―hablo con voz dulce y amable―, ¿le gustaría comprar algunas rosas para su novia?

―¡No somos novios! ―replicaron a unisonó algo molestos.

La mujer le miro por unos segundos con algo de desconcierto y luego sonrió hacia Thomas.

―Entonces creo que ya te estás tardando, muchacho.

―Créame, ella y yo solo somos amigos ―aseguro Thomas.

―¿Seguro? ―cuestiono la florista algo incrédula.

―Muy seguro ―le dijo ahora Jasmine.

La mujer les observo con desconcierto una vez más y después de unos minutos sonrío dulcemente, como siempre lo hacía.

―Pues, déjenme decirles, que son una pareja de amigos muy linda ―dicho esto, la joven florista se alejo de ellos y se encamino hacia otra pareja que se acercaba.

Ambos chicos le observaron alejarse totalmente extrañados.

―Eso fue extraño ―comento Jasmine, Thomas le secundo con un asentimientos―. Como sea, ella está mal, porque no somos una «linda pareja» de amigos ―dijo molesta y Thomas tuvo que estar de acuerdo.

Continuaron su trayecto hasta llegar a uno de los tantos «Señor Sluchy» del área. Ocuparon una mesa lejos del mostrador y cerca de la ventana. Un pequeño juego de «papel y tijeras» determino que fuera Jasmine la que se encargara de traer la comida. Ella se retiro molesta y Thomas le observo alejarse con algo de burla.

Se dedico a observar por el enorme cristal, por donde pasaban personas y todo era colorido e iluminado a causa de la ocasión. Suspiro profundo, recordando la plática de antes con su amiga, de verdad que no era cobarde, él podría decírselo pero, sería demasiadas complicaciones, además de que ella ni siquiera se daba por enterada.

Sería una pérdida de tiempo hacerlo ahora…

Unos cuchicheos le sacaron de su ensimismamiento y observo hacia la mesa de alado. Tres chicas estaban sentadas ahí, reían mientras giraban a verle y se susurraban cosas. Cuando ellas notaron que él las miraba, una de ellas ―la que parecía ser la líder― se levanto y tomo asiento frente a Thomas.

Él le observo bastante aburrido, ya eran típicas ese tipo de situaciones, así que no sería nada diferentes de lo usual. Aunque ahora no tenía muchos ánimos de aguantar a chicas molestas ―a excepción de Jaz, claro―.

―Hola ―saludo la chica con voz melosa, tenia brillantes ojos marrones acompañados de un cabello rubio casi-natural―. ¿Qué te trae por aquí, chico guapo?

―Tengo hambre ―respondió secamente. Sería más entretenido si la chica no fuera «tan accesible».

―¿Solo eso? ―pregunto coquetamente.

Antes de darse cuenta, pequeñas gotas comenzaron a caer sobre su cabeza, seguidas de un gran chorro color café derramándose por toda su cabellera y ropa. El refresco pegaba el cabello en su cara y el maquillaje ya se le había corrido por completo. Furiosa, la chica giro a ver a su atacante y se encontró con la sonrisa cínica de Jasmine.

―Ups… ―dijo en tono e inocencia―. No sabía que estaba ahí. ―La chica le miro estupefacta, pero antes de poder decir algo Jasmine agrego―. Largo, él es mío.

Antes de que otra cosa pasara, la chica salió corriendo del local seguida por sus amigas. Thomas estaba que ya no aguantaba la risa y, cuando ya no pudo más, soltó una carcajada que se dejo oír en todo el restaurante.

―¿Qué fue eso? ―pregunto intentando controlar su respiración.

―Nada ―respondió rápidamente mientras tomaba asiento.

―Entonces, ¿qué hay con eso de «él es mío»? ―le pregunto burlonamente soltando una nueva carcajada.

Jasmine le miro con furia uno momento antes de sonreír.

―Eres mi amigo Fletcher, no dejare que cualquier cabeza hueca se apodere de ti. Solo tienes ojos para una chica, y ella es mi mejor amiga.

Thomas le miro seriamente unos minutos y ambos comenzaron a reír a unisonó, rieron tanto que el dolor de sus estómagos se hizo inaguantable. La comida llego un momento después mientras los tonos rojos y anaranjados se apoderaban lentamente del cielo tardecito. La noche llegaría pronto y el viento helado podría volverse un problema, pero eso no importaba ahora, no cuando habían dejado de reír y suspiraban animadamente por tan extraño día que habían tenido.

―¡Detesto San Valentín! ―mascullo Jasmine, mientras bebía el poco refresco que le quedaba.

―Y que lo digas.